Según un estudio realizado por investigadores
del Reino Unido, la utilización de perros de alerta en enfermos con diabetes
tipo I disminuye la probabilidad de sufrir crisis glucémicas y los efectos asociados
a las variaciones de la concentración de glucosa en sangre (1).
Este estudio, en el que intervinieron
investigadores de la Universidad de Bristol y de la Universidad de Dundee en
colaboración con la fundación Medical
Detection Dogs (MDD), se comparó los índices de glucemia (concentración de
azúcar en sangre) de cada paciente en los controles rutinarios (6 controles al
día) con los niveles obtenidos en los momentos en los que el perro, previamente
adiestrado para detectar variaciones de azúcar en sangre, dio la señal de aviso
a su dueño. En el 80% de los avisos dados por los perros, los índices de
glucosa en sangre dieron valores más próximos a estar fuera del rango normal de
glucemia (70-100 mg/dl) que en los momentos en los que se realizaban las
medidas durante los controles rutinarios. Esto implica que, las posibilidades
de evitar una crisis glucémica son mayores con el servicio de un perro de
alerta que realizando los controles rutinarios. De hecho, según los datos
aportados en este estudio, en los perros con mayor nivel de entrenamiento para
esta función, la probabilidad de detectar la glucemia en valores fuera del
rango era 10.000 veces superior que en los controles realizados con los
aparatos de medida.
A estos resultados hay que añadir que, los
pacientes que participaron en el estudio afirmaron haber experimentado un
aumento en la calidad de vida al disminuir los episodios de bajadas de azúcar y
de inconsciencia (especialmente peligrosos durante la noche mientras el
paciente está durmiendo) y, una menor necesidad de asistencia médica, con la consiguiente
posibilidad de desarrollar una vida más independiente.
Diabetes tipo I:
una vida entre la híper y la hipoglucemia.
La diabetes tipo I, también llamada diabetes mellitus se diagnostica principalmente
en niños, adolescentes y adultos jóvenes. Algo que me llamó la atención de la
diabetes antes de lanzarme a conocer todos los “secretos” de esta enfermedad,
era que habiendo un fallo en la producción de insulina el mayor riesgo de un
enfermo de diabetes era la hipoglucemia y, no la hiperglucemia que, al fin y al
cabo ese es el principal síntoma de esta enfermedad.
La diabetes se produce por una incapacidad
del páncreas para producir insulina. La insulina es la hormona encargada de
transportar la glucosa a través de la sangre hasta las células, donde será
utilizada en la producción de la energía necesaria para las reacciones
metabólicas. En los pacientes con diabetes, como he aventurado en el párrafo
anterior, hay un exceso de azúcar en sangre, hiperglucemia (con cantidades
superiores a 140 mg/dl, en condiciones de ayuno), como consecuencia de la
ausencia de insulina. Los síntomas asociados a esta enfermedad son: fatiga,
vómitos, sensación de hambre, pérdida de peso, visión borrosa y hormigueo en
los pies. Además del efecto psicológico que puede provocar el hecho de depender
de inyecciones de insulina y la necesidad de utilizar aparatos eléctricos para
mantener controlada la glucemia.
El tratamiento de esta enfermedad, la
administración de insulina, puede traer consigo otros problemas asociados como
es el llamado shock insulínico por
hipoglucemia (disminución de glucosa en sangre por debajo de niveles de 60
mg/dl). Una de las causas es que la insulina administrada puede superar la
cantidad necesaria de esta hormona en relación a la cantidad de alimento
ingerido, de modo que, si hay mucha insulina todo el azúcar de la sangre será
eliminado. La administración de la insulina también puede provocar este mismo
efecto si, tras la administración, el paciente no ingiere alimento (puesto que
también habría un aumento excesivo de insulina en relación al azúcar que
circula en sangre). O, incluso la realización de actividad física y el estrés
(estados ambos que requieren de mucha energía y, por lo tanto, mucho aporte de
glucosa a las células) pueden producir un aumento excesivo de insulina en el
organismo produciendo una hipoglucemia.
La hipoglucemia puede ocasionar pérdidas del
conocimiento y, en algunos casos puede inducir al paciente a un estado de coma
y llegar a provocar incluso la muerte si no se reestablecen los parámetros
fisiológicos normales. De aquí la importancia de poder detectar un ataque de
hipoglucemia con antelación. Pero, como se puede deducir de lo expuesto
anteriormente, las dosis de insulina administrada para tratar esta enfermedad
no siempre es exacta y, por ello, puede surgir complicaciones a pesar de que el
paciente siga rigurosamente el tratamiento médico.
Pero, ¿cómo surge la idea de usar perros para
la detección de hipoglucemias en diabéticos? Estudios anteriores, realizados en
el año 2002 y 2008, habían demostrado que entre el 65-68% de los perros mostraban
comportamientos espontáneos y específicos momentos antes de una hipoglucemia,
incluso en personas no diabéticas. Basándose en estos datos, la asociación MDD
comenzó el programa de adiestramiento de perros de alerta para personas con
diabetes que, fueron utilizados para el estudio sobre la incidencia de los
perros de alerta médica en enfermos de diabetes, publicado este año 2013 en la
revista PLOS one.
Actualmente se desconoce cuál es la sustancia
que el perro es capaz de detectar ante los cambios en la concentración de
azúcar en sangre. Si bien, inicialmente se apuntó a posibles cambios en la
conducta de las personas previamente a una hipoglucemia, las evidencias parecen
indicar que, lo que desencadena la reacción del perro podría tratarse de variaciones
en la composición del sudor o del aliento puesto que los perros adiestrados
como perros de alerta médica para diabéticos han sido capaces de detectar
alteraciones en la glucemia de sus dueños incluso permaneciendo en una
habitación distinta.
Un privilegio de
narices (2 y 3)
Realmente no es de extrañar esta capacidad de
los perros ya que, un perro puede detectar olores imperceptibles para nosotros
ya que tienen un sentido del olfato aproximadamente un millón de veces más
sensible que el nuestro.
El órgano responsable del sentido del olfato es la nariz. Dentro se
encuentra la cavidad nasal, donde se ubican los receptores olfatorios que son
de tipo quimiorreceptores.
El desarrollo anatómico de la cavidad nasal del perro es una de las causas que
marcan la diferencia de sensibilidad olfativa entre el perro y el ser humano. Si
bien, en un humano recién nacido, el sentido del olfato tiene un desarrollo
similar al de un perro cachorro de dos semanas, los procesos de maduración
cerebral del ser humano hacen que se pierda esta cualidad a favor del sentido
de la vista. Esto parece evidente puesto que, en individuos desarrollados, la
superficie donde se localizan los receptores olfativos tiene un área de 5 cm2
en humanos y 150 en el perro y, además, el número de receptores olfatorios es
de 5 millones en el ser humano frente a 220-300 millones en perros. La
superficie del epitelio olfatorio puede explicar el hecho de que un recién
nacido humano y un cachorro de dos semanas tengan una capacidad olfativa
similar puesto que, la longitud del hocico y, por lo tanto la superficie de la
cavidad nasal del cachorro de dos semanas es comparable a la de un recién
nacido humano.
Estructura de la cavidad nasal en perros |
Otra estructura importante del sentido del olfato en perros es el órgano
vomeronasal, también llamado órgano de Jacobson. Este órgano se localiza entre
la boca y la nariz, en el hueso vómer. Este órgano vomeronasal percibe
moléculas suspendidas en el aire de gran tamaño que, son disueltas en la
saliva. Para percibir los olores a través de este órgano, el perro levanta la
cabeza e inhala el aire por la boca pegando, sucesivamente, la lengua al
paladar. Este órgano está implicado en la captación de las feromonas,
sustancias presentes en los distintos fluidos corporales y, sus funciones son
la identificación individual, identificación entre individuos, identificación de
otras especies, del territorio, del estado de salud, sexual, estado emocional,
etc.
Localización del órgano vomeronasal en perros (arriba) y humanos (abajo) |
Pero, además de las diferencias anatómicas, también hay diferencias
funcionales entre el sentido del olfato del perro y del hombre. La nariz del
ser humano es una nariz seca mientras que, en perros es húmeda. Mantener la
nariz húmeda permite al perro retener las partículas olorosas del aíre, lo que
puede favorecer una mayor acumulación de éstas en torno a la cavidad nasal y
una mejor detección de un determinado olor. A esto hay que añadir la capacidad
del perro para interrumpir la respiración para olfatear, gracias a la
existencia de dos tipos de receptores en el epitelio olfativo: unos de
estimulación mecánica (se estimulan gracias al paso del aire y, por lo tanto
están implicados en la respiración) y otro de estimulación química (implicado
en la acción de olfatear ya que, permite mantener las sustancias olorosas
retenidas en la cavidad nasal durante más tiempo). En el caso de los humanos,
el tipo de receptores ubicados en el epitelio olfativo es mayoritariamente de
tipo mecánico y, por ello no podemos interrumpir nuestra respiración para
olfatear. Además, en el tabique nasal, los perros disponen de un órgano septal
formado principalmente por quimiorreceptores olfativos. Este órgano no está
presente en humanos y, en el perro hace posible el funcionamiento independiente
de las narinas a la hora de discriminar olores (es decir, el perro puede
discernir entre los olores captados por la narina izquierda y por la derecha).
Una ayuda reforzada
Alguna vez he oído decir que adiestrar a un perro es hacer al perro una
máquina de obedecer. Afortunadamente, esto no es así, como así lo demuestran
los distintos estudios sobre el adiestramiento canino. Es más, no sólo no es
así, sino que, los perros que son adiestrados para desempeñar alguna función o
para realizar algún tipo de deporte canino, son perros más equilibrados ya que,
inicialmente el perro fue seleccionado para ayudar al hombre en diversas
tareas. Así pues, el adiestramiento le da la posibilidad al perro de satisfacer
ese trabajo para el que fue seleccionado hace muchos años por el hombre.
Actualmente, cada día está más extendido el uso de perros con fines
terapéuticos, gracias principalmente a los perros de asistencia o a los perros
de terapia. No obstante, hoy en día, cada vez están más en auge los perros de
alerta médica.
Cada día existen más estudios sobre el comportamiento animal que permiten el
uso de técnicas de aprendizaje basadas en evidencias científicas. Por ejemplo, en
este estudio realizado sobre la incidencia de los perros de alerta en los
pacientes con diabetes, la fundación MDD que entrenó a los perros utilizados en
el estudio, basa sus programas de adiestramiento en el llamado “adiestramiento
en positivo”. Según las teorías conductistas, “toda acción reforzada tiende a
repetirse, mientras que, la no reforzada tiende a extinguirse” y, esto es la
premisa de la que parte el adiestramiento en positivo. En este tipo de
adiestramiento, los perros no reciben ningún tipo de castigos (ni físicos ni
psíquicos) sino que reciben refuerzos (en forma de comida o a través del juego)
cuando realizan la conducta deseada. De esta forma, el perro consigue
establecer una asociación: estímulo-respuesta-consecuencia. Para los perros de
alerta de hipoglucemias: ante la situación de hipoglucemia del dueño
(estímulo), el perro realiza la acción que se le ha enseñado para marcar esta
hipoglucemia (respuesta) y, ante una detección correcta, el perro recibe un
refuerzo (consecuencia).
En España, la Fundación Bocalán fue la pionera en desarrollar el
adiestramiento de perros de alerta para diabéticos. Según el programa de
entrenamiento de esta fundación, con más de 20 años de experiencia en el mundo
del adiestramiento, es importante mantener la motivación del animal hacia el
trabajo en todo momento. Y, puesto que esto no sería posible si el perro está
constantemente trabajando, se plantea una rutina de entrenamiento en la cual,
cada tres horas (y, durante las 24 horas del día) al perro se le presentan
gasas impregnadas con muestras de sudor y aliento del usuario tomadas en
momentos de hipoglucemia (siendo además, la concentración de glucosa de las
muestras conocida). Tras sucesivas repeticiones el perro comienza a seguir una
dinámica en la que cada 3 horas juega con el entrenador o el propio dueño (de
esta forma se entrena la conducta por la que el perro se acercará a olfatear al
dueño). En este juego, se plantea al perro la opción de marcar (realizar la
acción que marcará la señal indicativa de hipoglucemia) para obtener un
reforzador (comida). Pero el perro no será reforzado siempre, sino que, a
medida que avanza el adiestramiento, se le reforzará sólo cuando la muestra que
haya detectado y marcado corresponda con una concentración de glucosa inferior
a 60 mg/dl.
Pero hay cosas que son mejores si las explican los expertos así que, aquí
os dejo este reportaje que se hizo sobre los perros de alerta para diabetes de
la Fundación Bocalán en España.
(2) Grosmaitre X,
Santarelli LC; Tan J; Luo M. 13 marzo 2007. Explaining why we smell better when we sniff [En línea].. Science Daily. http://www.sciencedaily.com/releases/2007/03/070313150450.htm
Un poco "tocho" pero buenisimo el articulo. Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias. Sí, es un poco largo por temas de "guion". Este artículo lo he hecho para una de las asignaturas del curso de Periodismo y Comunicación Científica. Pero, a pesar de la extensión, me alegro de que te guste.
Eliminar